Un grupo de docentes y estudiantes construyó el primer avión eléctrico del país con la intención de impulsar la industria aeronáutica y combatir las problemáticas ambientales que genera la aviación, como la emisión de calor, la contaminación auditiva, las partículas de CO2 y gases.


Tras diez años de estudios de los diseños y dos más de construcción, este ultraliviano comenzará las pruebas de funcionamiento en los próximos días. El objetivo es hacer ensayos de carreteo, despegues y circuitos alrededor de pista, al tiempo que se observará el comportamiento de la aeronave bajo las condiciones climáticas, geográficas y topográficas de Colombia.
La estructura es de aluminio forrado en tela aeronáutica, mide 11 metros de ancho y 5.5 metros de largo aproximadamente, tiene un tren de aterrizaje tipo triciclo, es decir, dos pedales que permiten mover las ruedas de adelante hacia la derecha o hacia la izquierda, un timón de dirección que va en la cola de la aeronave y el mando central para los alerones que permiten direccionar a la misma.
La Institución Universitaria Pascual Bravo ha invertido cerca de $80 millones y, posterior a los resultados de las pruebas, en un futuro se comenzaría a trabajar en un avión con mayor autonomía de vuelo y para dos pasajeros.